Que desesperante saber que uno se encuentra solo. Es una tristeza que acongoja el alma y que pareciera convertirse en un nudo en la garganta.
Nadie detrás, nadie a los costados y menos delante. Es el desamparo total, una angustia desmoralizadora de débiles y fuertes.
Y de repente llega la nostalgia, sin llamarla, que nos transporta hacia aquellos recuerdos felíces que no conocían la soledad y luego, otra vez, nos despierta la triste realidad.
Que desesperante saber que uno está solo.
Salimos de nuestras jaulas y nos hundimos en un mar de flores, sólo fue un beso
¿cómo acabamos así? Lo queríamos todo y ahora nos arrepentimos de todo, tu cabeza es un tambor que retumba en mi agonía y mientras la noche nos llama las bestias nos arrastran.
Nunca quisimos pero lo hicimos, es el precio que debemos pagar. Herederos de Caín, ya estaba escrito, amantes no correspondidos perdimos el control con la dulce droga del amor.
Creímos en la mentira de la libertad y nos rendimos a sus pies, porque es tan humano tratar de no pecar y Dios aborrece el pecado del hombre y es tan humano intentar ocultarlo...
