Le disparé y lo vi morir. Todo sucedió tan rápido y tan lento. El instante más eterno se gestó en aquel entonces.
Se tocaba como buscando las balas mientras su boca se colmaba de sangre que parecía un espeso y repugnante vino rojo. El escudo de su uniforme estaba manchado. Su nación lo había entregado,sin que se diera cuenta a la muerte como a todos nosotros.
¡Oh hermano mío! No te conocí pero tu rostro se grabó en mi memoria.
Cayó de espaldas al rayo del sol mientras fruncía el ceño. Cuando el resplandor no le daba no parecía tan agonizante. De repente su cara se despejó, su frente se volvio tersa, sus labios no se marcaron más y sus manos cayeron al barro y junto a ellas su vida también.
¡Oh hermano mío! No te conocí pero tu dolor se grabó en mis huesos.
Las moscas pronto invadieron su boca y sus ojos, tal como nosotros hicimos con su país, con sus aldeas y con sus vidas.
El cielo lucía tan encantador que por un momento pensé que no estaba allí, pero cuando mi vista bajó inocentemente hacia el muerto me desperté de golpe.
¡Adiós hermano mío! nos volveremos a ver...